TRUMP provoca el MAYOR DESPLOME del DÓLAR desde 1973

Informe especial del viernes 4 de julio de 2025

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Informe

El segundo trimestre fue el peor trimestre para el DXY desde el cuarto trimestre de 2022 (y el segundo peor trimestre en 15 años), cayendo a su nivel más bajo desde febrero de 2022.

El índice del dólar DXY ha caído más de un 10% en lo que va de año, su peor comienzo de año desde 1973.

Esto es algo que afecta especialmente a los que invertimos en EEUU desde otras regiones, por ejemplo Europa:

Si bien es sorprendente y pilló a muchos inversores desprevenidos, ya que muchos “apostaban” a la paridad con el EURO, esto ya ocurrió la anterior vez que gobernó Trump:

¿Fin del dólar?¿A perdido valor el dólar como divisa de reserva?

Lo cierto es que el supuesto "declive del dólar" comenzó hace más de una década, y se aceleró a medida que avanzaba la guerra de Ucrania en 2022, cuando la militarización del dólar estadounidense provocó una huida del dólar -es decir, una desdolarización- por parte de cualquier régimen que estuviera preocupado de poder estar en el lado receptor de las sanciones de SWIFT.

Pero lo que quizás sea mucho más notable es que, como demuestra Socgen, desde 2024, esta desdolarización no ha beneficiado a ninguna de las principales monedas de reserva, como cabría esperar en un mundo fiduciario donde la pérdida de una moneda representa la ganancia de otra.

En cambio, la proporción del oro en la clasificación del FMI ha aumentado.

La erosión de la participación del dólar en las reservas globales de divisas, o desdolarización, se detuvo durante la crisis de la COVID-19 en 2020, pero se reanudó en el segundo semestre de 2023.

Desde el tercer trimestre de 2023, la participación del dólar en las reservas de divisas ha caído por debajo del 50%, lo que representa una disminución del -5,8%.

El principal beneficiario ha sido el oro, que aumentó un +7,9% hasta el 23,3%, lo que refleja cómo los bancos centrales están diversificando sus tenencias de dólares.

Motivos reales que afectan a la caída del dólar

Políticas de la Reserva Federal

Tras una serie de incrementos de tasas en 2022-2023 seguidos por tres recortes moderados en 2024, la Fed mantuvo estable la tasa de fondos federales (~4,25%-4,50%) durante la primera mitad de 2025.

Sin embargo, los mercados comenzaron a descontar un ciclo de recortes inminentes ante las señales de desaceleración económica. Las expectativas implícitas en futuros indicaban al menos cinco recortes de 0,25% antes de que finalice 2026, lo que ejerció presión bajista sobre el dólar al anticiparse una política monetaria más laxa.

A esto se sumó la interferencia política: el presidente Donald Trump insistió públicamente en exigir recortes agresivos de tasas, poniendo en entredicho la independencia de la Fed.

En conjunto, la expectativa de un estancamiento o giro dovish en la política monetaria –alentada en parte por la presión política– redujo el atractivo del dólar para los inversionistas internacionales, al prever rendimientos menores en activos denominados en esa moneda.

Por ejemplo… La cartera de uno de los principales inversores del mundo: Buffett está formada en un 27% por efectivo depositivado en bonos:

y dinero récord en fondos monetarios:

Indicadores macroeconómicos

El desempeño económico de Estados Unidos comenzó a mostrar señales de debilidad a inicios de 2025, lo que minó la confianza en el dólar. El Producto Interno Bruto se contrajo en el primer trimestre de 2025 a una tasa anualizada de -0,5%, registrando una caída inesperada más pronunciada de lo estimado inicialmente.

Este enfriamiento del crecimiento –el primero desde la recesión de 2020– elevó los temores de una posible recesión técnica y reforzó las apuestas de que la Fed necesitaría estimular la economía con tasas más bajas más pronto que tarde.

En cuanto a la inflación, mostraba una tendencia a la moderación en la primera mitad de 2025, acercándose al objetivo del 2%. La inflación interanual llegó a rondar el 2,3%-2,4% hacia abril-mayo de 2025, un nivel significativamente menor al de años previos (aunque con la salvedad de posibles repuntes temporales por choques como el alza del petróleo).

Esta desinflación proporcionó cierto espacio para recortes de tasas, pero también reflejaba una demanda interna más débil. En el frente laboral, el desempleo permanecía históricamente bajo a inicios de año (en el rango del 4%), si bien empezaron a surgir signos de desaceleración en la creación de empleo en línea con el menor crecimiento (por ejemplo, encuestas manufactureras y de servicios mostrando menor contratación, y un aumento ligero de solicitudes de desempleo, según reportes del periodo).

Dos desequilibrios gemelos de la economía estadounidense jugaron un papel clave en la depreciación del dólar: el déficit fiscal y el déficit comercial.

Por un lado, el déficit presupuestario federal se amplió drásticamente bajo las políticas de Trump. El gobierno impulsó una masiva reforma fiscal (apodada “The One Big Beautiful Bill”) con recortes tributarios y aumento del gasto en ciertas áreas, que se esperaba añadiera entre 3 y 5 billones de dólares a la deuda nacional en la próxima década. De hecho, esta legislación –que avanzó en el Congreso a fines de junio– proyectaba $3,2 billones en nueva deuda a 10 años.

Simultáneamente, el déficit comercial experimentó una volatilidad extrema: tras marcar un récord histórico de $138 300 millones en marzo (75% más que un año antes) debido a la carrera de importadores por adelantarse a los aranceles, la balanza dio un respiro en abril con una contracción de 55% del déficit (a $61 600 millones, mínimo desde 2023) gracias a una caída récord de importaciones (-16% mensual)

Un punto de inflexión fue la pérdida del estatus crediticio máximo de Estados Unidos. En mayo, la agencia Moody’s rebajó la calificación soberana de EE. UU. de AAA a Aa1, lo que significó que por primera vez en la historia moderna ninguna agencia calificadora mantenía a EE. UU. con la nota más alta.

Moody’s justificó la decisión citando el elevado déficit público y la senda insostenible de la deuda en medio del caos de la política económica de Trump.

Esta degradación encendió señales de alerta: los inversores exigieron tasas más altas para comprar deuda estadounidense, anticipando mayor riesgo fiscal, y el dólar se debilitó inmediatamente tras la noticia, cayendo a mínimos de varias semanas frente al euro, el yen y el franco suizo.

Punto más IMPORTANTE: Pérdida puntual de confianza

El entorno político y geopolítico de la primera mitad de 2025 fue particularmente adverso para la estabilidad del dólar. En el plano internacional, la administración Trump desató una agresiva agenda de guerra comercial.

El 2 de abril –denominado por Trump como el “Día de la Liberación”– Estados Unidos anunció la imposición de aranceles “recíprocos” amplios a decenas de países, marcando una escalada proteccionista que tomó por sorpresa a los mercados. Esta medida (junto con la amenaza de tarifas aún más altas si los socios “no negocian de buena fe”) provocó turbulencias inmediatas: inversores globales temieron un frenazo del comercio mundial, huyeron hacia activos alternativos y penalizaron al dólar, que en lugar de fortalecerse por su perfil seguro, cayó debido al rol de EE. UU. como epicentro del conflicto.

Aunque Trump luego suspendió temporalmente algunos aranceles y entabló negociaciones con varios socios (logrando un acuerdo inicial con el Reino Unido y reduciendo aranceles a China tras una escalada previa), el daño a la credibilidad ya estaba hecho. Las políticas comerciales erráticas e impredecibles –aranceles de “quita y pon”– arruinaron patrones comerciales tradicionales e introdujeron una incertidumbre que complicó la planificación empresarial y la proyección económica. El resultado fue una erosión de la confianza internacional en EE. UU., percibido ahora como un socio comercial menos fiable y más volátil.

En el ámbito doméstico, decisiones políticas internas también debilitaron la fe en la moneda estadounidense. Además de la ya mencionada disputa con la Reserva Federal, se vivió un clima de polarización y tensiones institucionales bajo Trump 2.0. El informe de Moody’s aludió, de forma velada, a la “deriva autoritaria” del presidente y enfatizó que su calificación asumía que el Estado de derecho y la separación de poderes se mantendrían pese a las pruebas a las que estaban siendo sometidos. Este tipo de lenguaje inusual de una agencia crediticia reflejaba la preocupación por la estabilidad política de EE. UU. –algo que históricamente daba ventaja al dólar–. Inversionistas y bancos centrales comenzaron a preguntarse hasta qué punto el sistema estadounidense seguiría proporcionando un ancla segura.

Asimismo, la política exterior de Trump añadía ruido geopolítico. Un conflicto en Oriente Medio (por ejemplo, un repunte de tensiones en Irán y la región) generó inquietud global en 2025, pero en vez de impulsar al dólar como refugio, evidenció un cambio de preferencias: otros activos (como el oro y el franco suizo) captaron más flujos de seguridad, ya que el dólar estaba bajo fuego por otras razones. De igual forma, el uso del dólar como arma geopolítica –a través de sanciones financieras a rivales como Rusia, Irán o Venezuela– tuvo un efecto secundario indeseado: numerosos países empezaron a buscar vías para reducir su exposición al dólar y al sistema financiero occidental, por temor a quedar vulnerables a sanciones.

En conjunto, los factores políticos (tanto internos como externos) minaron la reputación del dólar. Lo que antes se consideraba un activo libre de riesgo político empezó a percibirse con cierto recelo ante la creciente inestabilidad de la dirección económica de EE. UU. y el desorden en su gobernanza.

CLAVE: ¿Interesa a EEUU un dólar más débil?

Un dólar débil tiende a tener efectos inmediatos en el comercio internacional de EE. UU.:

  • Alivio de la carga de la deuda nacional: Una moneda doméstica más débil puede licuar el valor real de la deuda pública. Dado que la deuda de EE. UU. está denominada en dólares, su depreciación reduce en términos reales lo que el país debe a acreedores extranjeros. Estos acreedores ven devaluados los pagos al convertirlos a sus monedas locales, lo que equivale a una reducción del peso de la deuda para EE. UU. No obstante, este “alivio” tiene un reverso peligroso: dificulta que el país financie sus déficits futuros, pues los tenedores extranjeros exigirán mayores tasas o podrían retirarse, inquietos por las pérdidas de tipo de cambio.

  • Mayor competitividad exportadora: Un dólar más barato abarata los productos estadounidenses en el exterior, haciéndolos más competitivos. Esto suele impulsar las exportaciones y puede ayudar a reducir el déficit comercial. En 2025 se ha observado que “una menor cotización del dólar abarata los bienes de EE. UU. para los compradores extranjeros”, favoreciendo las ventas externas.

  • Encarecimiento de las importaciones: A la vez, un dólar débil encarece los productos importados. Esto desincentiva las importaciones al volverlas más costosas para los consumidores estadounidenses, lo que podría recortar el déficit comercial al reducir la demanda de bienes extranjeros. Por ejemplo, el encarecimiento de insumos importados puede llevar a las empresas y consumidores a buscar proveedores domésticos.

  • Repatriación industrial (reshoring): Desde una perspectiva estructural, un dólar débil complementa la agenda de reindustrialización de EE. UU. Al encarecer las importaciones y encarecer relativamente la inversión en el exterior, se fomenta que la producción manufacturera regrese al país. Esta idea ha sido central para Trump: un dólar depreciado, sumado a aranceles, mejora el atractivo de producir en suelo estadounidense en vez de importar. El objetivo es recuperar cadenas productivas y empleos industriales perdidos.

  • Ventaja geoestratégica frente a rivales (ej. yuan chino): Un dólar más bajo también entra en el terreno de la geopolítica monetaria. China, cuyo yuan ha ganado influencia global, se ve obligada a reaccionar si el dólar cae. Si Beijing deja que el yuan se aprecie frente al dólar, sus exportaciones se encarecerán, perdiendo ventaja competitiva; pero si en cambio devalúa el yuan para seguir la caída del dólar, arriesga fuga de capitales y erosiona la credibilidad internacional de su moneda. Es decir, una estrategia estadounidense de dólar débil pone en aprietos a sus competidores.

Riesgos y efectos secundarios: No obstante, esta estrategia conlleva importantes riesgos:

  • Inflación interna: Un dólar más débil encarece las importaciones de bienes de consumo y materias primas (petróleo, componentes, alimentos), lo que puede alimentar la inflación doméstica y reducir el poder adquisitivo de los estadounidenses.

  • Alza de tasas de interés: Si los inversores perciben que el dólar seguirá perdiendo valor, podrían exigir mayores rendimientos para mantener bonos del Tesoro (para compensar la depreciación). Un dólar débil, especialmente si viene acompañado de mayor riesgo fiscal, tiende a elevar las tasas de interés de largo plazo. Esto “eleva los costos de todo, desde hipotecas hasta deuda corporativa” y podría frenar la economía. Dicho de otro modo, la depreciación planificada del dólar puede encarecer la financiación para el propio gobierno y el sector privado de EE. UU., contrarrestando sus beneficios.

  • Fuga de capitales y volatilidad: Analistas como Stephen Miller han advertido que jugar con el valor del dólar es “jugar con fuego”. Una caída moderada y aparentemente controlada puede desatar un círculo vicioso: la pérdida de confianza lleva a inversores extranjeros a repatriar fondos, eso hace caer más al dólar y sube las tasas, lo que agrava el déficit fiscal por mayores intereses y ahuyenta aún más a los inversores. s

  • Erosión de la hegemonía del dólar a largo plazo: Finalmente, un riesgo estratégico es dañar el estatus del dólar como moneda refugio y de reserva internacional. El poder de EE. UU. de financiarse barato y de imponer sanciones eficaces depende en gran medida de la confianza global en su moneda. Si se percibe que EE. UU. está dispuesta a devaluar su divisa por ventaja propia, otros países podrían acelerar la diversificación de sus reservas (hacia euros, yuanes, oro u otras alternativas). De momento, más del 57% de las reservas mundiales siguen en dólares, pero esa cuota ha venido bajando lentamente, cómo se ha visto arriba.

En conjunto, la postura del gobierno de Trump en 2025 parece inclinada a aceptar e incluso fomentar un dólar más débil, siempre que eso impulse los objetivos nacionalistas de reequilibrar el comercio y reforzar la industria estadounidense. Si bien públicamente niega que exista una política de devaluación, las acciones hablan por sí mismas.

Impacto de la caída del dólar en los mercados

Michael Howell, director de CrossBorder Capital y autor de Capital Wars, define la liquidez global como el flujo de dinero (efectivo y crédito) a través de los mercados financieros mundiales – en esencia, combustible financiero que mantiene en marcha al sistema.

En el modelo de Howell, el dólar de EE.UU. ocupa una posición central como canalizador y modulador de la liquidez global. Esto se debe a la hegemonía del dólar en el comercio y las finanzas internacionales: alrededor del 60% del comercio mundial se factura en dólares y cerca del 75% de las transacciones cambiarias involucran al billete verde.

Además, el dólar domina los mercados de financiamiento: por ejemplo, aproximadamente 80% de las operaciones repo (préstamos con garantía) a nivel global se denominan en USD. Estas cifras ilustran que una gran parte del crédito, las reservas y las transacciones del mundo dependen del dólar como moneda de referencia.

Por tanto, la Reserva Federal (Fed) de EE.UU. – al ser emisora del dólar – actúa como arquitecto de la liquidez global. Sus políticas monetarias (ya sea expandiendo o contrayendo su balance) se transmiten al mundo entero a través de las redes financieras dolarizadas. Howell subraya que actualmente tres fuentes dominan la creación de liquidez mundial:

(1) la propia Fed de EE.UU.,

(2) el Banco Popular de China (PBoC) y

(3) el crédito bancario apalancado en mercados de garantías (colaterales).

La importancia del dólar radica en que funciona como la “válvula principal” de la liquidez internacional: abre o cierra el paso de flujos financieros según su disponibilidad y costo.

Howell incorpora la cotización del dólar como variable clave en su marco analítico de la liquidez. De hecho, identifica la fortaleza del dólar entre los factores indirectos (con rezago de varios meses) que influyen en el rumbo de la liquidez global.

En términos generales, existe una relación inversa entre el valor del dólar y la cantidad de liquidez global disponible:

  • Dólar fuerte (apreciación del USD): suele asociarse con una contracción de la liquidez global. Un dólar fortalecido encarece el crédito internacional denominado en USD y tiende a repatriar capitales hacia EE.UU., drenando fondos de economías periféricas. Michael Howell advierte que durante ciclos de dólar muy fuerte, el mundo sufre el efecto “wrecking ball” (bola de demolición) de la divisa: países emergentes con deudas en dólares enfrentan pagos más gravosos, aumenta el riesgo de default fuera de EE.UU. y se eleva la presión sobre los bancos globales que han prestado en dólares. En esencia, un dólar caro cierra la válvula de la liquidez – el dinero deja de fluir con facilidad fuera de Estados Unidos, provocando tensiones financieras internacionales.

  • Dólar débil (depreciación del USD): tiende a aflojar las condiciones de liquidez global, actuando casi como un estímulo financiero internacional. Cuando el dólar se debilita, el valor real de las reservas y liquidez de otros bancos centrales aumenta (medido en USD), lo que potencia la capacidad de crédito fuera de EE.UU.. Asimismo, un dólar menos demandado implica que los prestatarios globales encuentran más asequible refinanciar sus deudas en dicha moneda. Howell señala que un dólar en declive generalmente “suele impulsar la liquidez”, sobre todo si viene acompañado de una economía mundial floja que motiva a los bancos centrales a relajar sus políticas. Es decir, el dólar débil abre la válvula, inundando los mercados internacionales con mayor flujo de capital en busca de rendimientos.

Empíricamente, esta relación inversa se ha observado en múltiples episodios. Por ejemplo, durante la Gran Recesión de 2008 el dólar se disparó en medio del pánico, agravando la contracción de crédito global, hasta que la Fed intervino con swaps y QE para revertir la escasez de dólares. Contrariamente, en 2017-2018 un dólar más débil coincidió con un auge en flujos hacia mercados emergentes y activos de riesgo.

Howell resume: un dólar demasiado fuerte actúa como un freno brusco para la economía mundial (incluso amenazando la estabilidad de su propio sistema bancario), mientras que un dólar moderadamente más débil lubrica el engranaje financiero global, aunque podría avivar presiones inflacionarias en EE.UU. a la larga.

El propio Michael Howell explicaba así la caída del dólar:

El dólar estadounidense no está condenado. Más bien, está experimentando una corrección cíclica tras un mercado alcista prolongado, impulsado por factores temporales como la desaceleración económica, el ajuste fiscal y la flexibilización de la Fed (restricciones al techo de la deuda), así como la incertidumbre política.

A pesar de la reciente debilidad, su estatus de refugio seguro se mantiene intacto, como lo demuestra la sólida demanda de bonos del Tesoro estadounidense (es decir, primas de plazo relativas estables o más bajas).

Con la previsión de una contracción de la liquidez de la Fed a finales de 2025 y sin una erosión del papel estructural del dólar, esta caída es una corrección, no un colapso. Los temores de los medios son exagerados: el dominio global del dólar estadounidense está asegurado en el futuro previsible.

Cuando la liquidez global mejora (como en este escenario), los activos de riesgo suelen:

Subir por:

  • Mayor apetito por riesgo: el capital fluye desde refugios (bonos del Tesoro, cash) hacia acciones, materias primas, cripto, etc.

  • Apoyo a bolsas emergentes: la combinación de más liquidez y dólar débil suele beneficiar a países como Brasil, India o México.

  • Tolerancia a valoraciones más altas: con más liquidez, los múltiplos (P/E, EV/EBITDA) pueden expandirse sin castigo inmediato.

Pero cuidado con:

  • Si la caída del dólar está motivada por una crisis de confianza, podría haber repuntes de volatilidad.

  • Si es por expectativas de recesión en EE. UU., los activos de riesgo pueden subir primero por liquidez y luego corregir si los beneficios empresariales caen.

“Malos datos económicos son positivos, hasta cierto punto”

Los aumentos de liquidez significan mayor inflación monetaria y por tanto mayor pérdida de poder adquistivo del dólar, frente a esto activos reales, pero también finanancieros, son la gran cobertura.

El platino es la materia prima ganadora de la primera mitad del año... Es la primera vez en cinco años que el oro no gana, pero no lo descarten todavía de cara a final de año.